2005

A. De Giorgi, Il governo dell'eccedenza. Postfordismo e controllo della moltitudine, Ombre corte, Verona 2002

En il governo dell'eccedenza. Postfordismo e controllo della moltitudine, Alessandro De Giorgi continúa la investigación sobre las estrategias contemporáneas de control social que había empezado con el anterior ensayo Zero Tolleranza. Strategie e pratiche della societá di controllo (DeriveApprodi, Roma 2000).

El autor profundiza en el análisis de las causas de las mutaciones del control social en la época postfordista, asumiendo como modelo de referencia el clásico estudio de Rusche y Kirchheimer sobre la relación entre pena y estructura social. Según De Giorgi las mutaciones estructurales acontecidas con el final del fordismo han determinado una nueva configuración del campo político y por tanto también del penal. El postfordismo asiste, de hecho, al surgimiento de un nuevo equilibrio de poder que marca el fin de la sociedad disciplinaria descrita por Michel Foucault en Vigilar y castigar y determina el advenimiento de nuevas formas de control. Objeto del control social ya no son los sujetos individuales que el fordismo quería sujetar a las exigencias de la producción, sino la multitud, nuevo sujeto de la producción postfordista.

El postfordismo es, para De Giorgi, un "régimen de la excedencia". Desde el punto de vista cuantitativo es un régimen de "excedencia negativa", porque la dinámica productiva contemporánea "excede continuamente los dispositivos institucionales de atribución, reconocimiento y garantía de la ciudadanía social". En otros términos, las nuevas modalidades de producción han transformado el trabajo hasta tal punto, convirtiéndolo en gran medida en inmaterial y exigiendo una cantidad cada vez más reducida de fuerza de trabajo directamente empleada en el proceso productivo, que ha tornado obsoletas las categorías sobre las cuales se funda la ciudadanía fordista y ha excluido de ésta a un número de personas cada vez mayor. Desde el punto de vista cualitativo, el postfordismo se presenta en cambio como un "régimen de excedencia positiva": el trabajo tiende, en efecto, a desmaterializarse y a convertirse en "performance comunicativa" desestructurando los tiempos y los lugares que en la sociedad fordista separaban la esfera de la producción de la de la reproducción. Así a la clase obrera se la sustituye por una "humanidad que trabaja", definible en términos de "multitud". La fuerza de trabajo postfordista expresa su propia productividad "en la indistinción entre producción y reproducción, empleo y desempleo, trabajo y lenguaje".

El capitalismo contemporáneo no puede disciplinar la multitud, no puede reprimir sus capacidades creativas y obstaculizar aquella cooperación social que él mismo necesita para producir. Su dominio se convierte así sólo en externo y consiste en la predisposición de "aparatos de captura en condiciones de controlar los flujos de productividad social que atraviesan la multitud".

El control social asume así un carácter "actuarial": ya no está dirigido a la producción de cuerpos dóciles y útiles para la fábrica sino que apunta a la incapacitación de clases enteras de sujetos considerados a priori como portadores de riesgo social. El gobierno de la excedencia negativa se ejerce gracias a la predisposición de zonas de espera, lugares de aniquilación en los cuales los sujetos ya no deben ser foucaultianamente "producidos", sino, más sencillamente, deben ser destruidos. La cárcel que incapacita, la metrópolis dividida en guetos y el control del acceso a la red son, para De Giorgi, los nuevos aparatos del control social en la época postfordista. Terminada la era de la disciplina, el gobierno biopolítico de la multitud asume, según De Giorgi, una cara radicalmente nueva, dando vida al mismo tiempo a formas inéditas de resistencia.

El análisis de De Giorgi afronta algunas de las cuestiones más complejas de la teoría política contemporánea. Partiendo de una perspectiva marxista, el autor se aleja de ella para acoger algunas de las categorías interpretativas aparecidas en la reflexión filosófica y política de estos últimos años. Quizá gran parte de los temas tratados habrían merecido un desarrollo más amplio. La riqueza de las observaciones ofrecidas por De Giorgi obliga, de hecho, al autor a una síntesis que, a menudo, se arriesga a que su punto de vista parezca reduccionista. Así no gusta la reducción de Foucault a analista del fordismo, fundada en gran medida en la lectura 'marxista' de su noción de disciplina. Además, terminada la lectura del libro, quedan algunas preguntas a las que nos gustaría que De Giorgi hubiese dado respuestas más analíticas. Por ejemplo: ¿estamos realmente seguros de que las nuevas estrategias del control actuarial hayan sustituido del todo a la sociedad disciplinaria?

El autor excluye a priori que la disciplina (incluso en su nueva apariencia seductora) y el control actuarial puedan convivir, que existan mecanismos de control diferenciados para las distintas capas de la población y tiende a transformar la noción de multitud, que bien se presta a representar la idea de la fuerza de trabajo postfordista, en una noción exhaustiva de toda subjetividad política contemporánea. La reciente reflexión política (pienso, en particular, en Impero de Hardt y Negri) ha proporcionado instrumentos importantes para la comprensión del presente, sin embargo, cuando se pasa del gran mural del imperio al estudio detallado de los mecanismos de control social, se deberían afinar los instrumentos de análisis.

A pesar de la excesiva síntesis, el trabajo de De Giorgi es un estudio muy rico de las estrategias de control actuales, que tiene el mérito de poner al desnudo la relación estrechísima que éstas mantienen con las grandes mutaciones estructurales. Además hay que señalar la 'discusión' de Dario Melossi, que introduce el ensayo, en la cual emerge toda la vivacidad del debate en curso en torno a la noción de postfordismo y a la actualidad del pensamiento marxiano.

Lucia Re