2011

La crisis del Estado democrático (*)

entrevista de Julia Netesova a Danilo Zolo


Moscú en 1867

Julia Netesova. Los estados contemporáneos se enfrentan a muchos desafíos que afectan a su relación con la sociedad: la interferencia del Estado va en aumento, los organismos de seguridad tienden a ser más influyentes e importantes y, sobre todo, la gente está cada vez más preocupada por su seguridad. ¿Cree usted que estas tendencias afectan a la democracia? ¿De qué manera?

Danilo Zolo. No hay duda de que, especialmente en los países occidentales, los nuevos desafíos están alterando la relación entre lo que se llamó una vez la sociedad civil y el poder estatal centralizado. Dos fenómenos son, en mi opinión, lo más obvio e importante. El primero es el proceso de desintegración de las instituciones de representación política que fueron la base del tradicional modelo "democrático", incluso en su forma más moderada y realista. Sus axiomas principales - el pluralismo de los partidos políticos, la competencia entre programas políticos alternativos, la libre elección electoral entre las élites- son enunciados puramente formales. El Parlamento ha dejado de desempeñar cualquier función representativa y legislativa, siendo sustituido por el "gobierno" de turno que tiende a concentrar en sí mismo todos los poderes del Estado de Derecho. La voluntad del poder del Ejecutivo sustituye a la voluntad de hecho, presunta, del "pueblo soberano" y la doctrina de la "soberanía popular" no es más que el papel de una "máscara totémica", como el propio Kelsen ha argumentado.

El segundo fenómeno es la creciente presión que el ejecutivo tiene en los ciudadanos. La vida pública está dominada por la hegemonía de ciertas elites políticas, económicas y financieras que están puestas al servicio de intereses privados que son intocables. Es la llamada "nueva clase capitalista transnacional que domina los procesos de globalización desde las torres de cristal de ciudades como Nueva York, Washington, Londres, Frankfurt, Nueva Delhi y Shanghai".

En este contexto, el sistema de partidos es un restringido aparato "autoreferencial" que funciona circularmente como fuente de su propia legitimidad, y de la promoción de los intereses de las grandes empresas manufactureras y las instituciones financieras como bancos los bancos de negocios, los inversores institucionales, fondos de compañías de seguros de pensiones. Vestido así, el poder "post-democrático" juega un papel de control y represión de la conducta privada. En los países occidentales -EE.UU. y Europa Occidental, en particular-, el Estado de bienestar está desapareciendo mientras avanzan cada vez el control policial público y privado, la segregación de las capas más pobres de la sociedad (La Zero tolerance de Nueva York) y la expansión incontrolable de la población carcelaria, sobre todo en países como Estados Unidos, Italia, Francia e Inglaterra. Como ha escrito Loïc Wacquant, estamos pasando del Estado social al Estado penal.


Moscú hoy

J.N. A pesar del predominio de los liberal-democrátas, los países no occidentales están tratando de idear formas alternativas de organización democrática. ¿La globalización conducirá a la desaparición de los modelos alternativos o se crearán alternativas adecuadas a los distintos contextos etno-culturales?

D.Z. Que yo sepa, el único intento de crear una alternativa al modelo político liberal-democrático en los países no occidentales es lo que ha surgido bajo el nombre de los valores asiáticos en el Océano Índico y el Pacífico. Desde principios de los años noventa del siglo pasado, en países como Singapur, Malasia, Tailandia y otras naciones de esa área trataron de crear estructuras alternativas políticas para la democracia, inspiradas en la tradición confuciana. En la "Declaración de Bangkok", en 1993, los valores como el orden, la armonía social, el respeto a la autoridad, la familia, se oponían a los valores de la modernidad occidental, incluyendo la democracia representativa. En esta perspectiva, la doctrina "individualista" de los derechos humanos se consideraba contraria al espíritu de las tradiciones asiáticas. Se puede decir, sin embargo, que en el contexto de los procesos de globalización, que tienden a hacer que Oriente se mueva por los principios (e intereses) de Occidente, la alternativa de los valores asiáticos me parece una perspectiva sin salida.

J.N. Estamos viendo un cambio en la interacción entre la élite y la sociedad. Algunos expertos dicen que esta interacción se encuentra en vías de desaparición, cada vez es menos intensa y frecuente. ¿Está de acuerdo? ¿Qué herramientas podría revertir la tendencia?

D.Z. Podemos decir que ya no existen, dentro de las las democracias occidentales, las élites ideológicas políticas tal como lo habían concebido autores clásicos como, entre otros, Max Weber, Joseph Schumpeter, Robert Dahl y Giovanni Sartori. Si por democracia elitista se entiende un régimen en el que la mayoría de los ciudadanos está capacitado, aunque sea indirectamente, de ejercer alguna influencia en la toma de decisiones, entonces hoy, en el contexto de la globalización, el "liderazgo competitivo" es una cosa del pasado. La doctrina de la "democracia pluralista", junto el denominado responsiveness e accountability del poder ejecutivo, ha sido de hecho sustituida por formas de populismo autoritario que se aprovechan con creces de las herramientas de los medios de comunicación de masas. Los partidos políticos, que actúan como aparatos del Estado burocrático, se pondrán de acuerdo entre sí y con otros miembros de la poliarquía corporativa, sustrayéndose a cualquier control legislativo eficaz, y garantizándose una imponente autofinanciación.

Basta pensar, por ejemplo, que en un país "democrático" como Italia, la densa red de contratos públicos es esencialmente la casa madre multimillonaria de la extorsión y la corrupción de los líderes políticos, funcionarios públicos y administradores. Personalmente no veo ninguna posibilidad de recuperación a corto plazo de una relación entre los ciudadanos y la "elite democrática" que trabaje como vehículo de la confianza popular y sean sostenidas gracias al apoyo de sus propios militantes y votantes. La globalización ha facilitado el establecimiento de regímenes que, sin dejar de agitar, de forma oportunista, la bandera de la democracia, son en realidad oligarquías elitistas, tecnocráticas y represivas que se desarrollan a la sombra del mercado global. Son regímenes orientados a la simple eficacia económica, al bienestar de la clase dominante, y a la discriminación de los inmigrantes de África y Asia.

J.N. La sociedad civil nació del conflicto con el Estado que intentaba ampliar su autoridad. Hoy en día, los estados se están convirtiendo en globales, están dando su poder a una especie de Estado mundial. También la sociedad civil se está convirtiendo en global. ¿Qué correlación existe entre estos dos procesos? ¿En qué medida el Estado mundial y la sociedad civil global se influenciarán recíprocamente durante esta transformación?

D.Z. Mi opinión es que hoy no existe y nunca habrá un Estado global, si por "Estado global" (Estado Mundial), se entiende una estructura de poder mundial centralizado y concentrado en un Gobierno único y que, de algún modo, represente las expectativas y los intereses de la población mundial. Un estado global no puede ser un estado neo-imperialista dominado por el poder político, económico y militar de una superpotencia. Al mismo tiempo, tampoco veo la aparición de una "sociedad civil global", como algún autor occidental ha sostenido superficialmente. El mundo se divide entre un grupo de grandes potencias, sobre todo las occidentales, y un gran número de países pobres.

Así, el 20% los países ricos absorve el 90% de la riqueza producida anualmente en todo el mundo, mientras que el 20% de los países pobres consume el 1% de la misma. Y esta trágica situación está empeorando cada día. También debe tener en cuenta el fenómeno del terrorismo. Me refiero a las dos guerras de agresión (las guerras anglo-estadounidenses de agresión contra Irak, las guerras de los Estados Unidos y la OTAN en los Balcanes, en particular, contra Serbia y la actual guerra contra Afganistán) y la inevitable réplica terrorista del mundo islámico (se ha dicho que "el terrorista es alguien aterrorizado"). Nuestro mundo, desde Hiroshima y Nagasaki, es un mundo que legitima el terror, no es una sociedad civil global.

J.N. La democracia tal como la conocemos hoy en día es un producto de los nuevos medios y tecnologías de la comunicación. Este sector sigue creciendo y dicen los expertos que vamos hacia nuevas formas e instrumentos de comunicación. ¿Cree que estos descubrimientos provocarán un ulterior desarrollo del modelo democrático? ¿De qué manera?

D.Z. No hay ninguna duda de que un papel decisivo en la transformación de la "democracia" se dio gracias a los medios occidentales de comunicación de masas, de una manera especial la televisión. Y esto es cierto no sólo para Occidente, sino también para grandes áreas del planeta que hoy en día están influenciadas por la presión de la cultura occidental. Como es sabido, los avances en la tecnología de la información son exaltados en el mundo multimedial de los negocios como el advenimiento de la comunicación interactiva. Una de las consecuencias positivas, se nos asegura, es el crecimiento de la competencia cultural y política, y especialmente la aparición de nuevas formas de participación popular. A través de la utilización de equipos electrónicos sofisticados - teleconferencia, los sistemas de encuestas de opinión, los programas automatizados de votos, la televisión por cable de dos vías, etc... - las personas pueden participar en el bricolage político cotidiano. Así, el ágora electrónico saldrá del mito y se encarnará en la forma de una democracia de referéndum instantáneo.

En mi opinión se trata de un optimismo sin fundamento. El carácter asimétrico, selectivo y no interactivo de las comunicaciones electrónicas no podrá ser mitigado en el futuro. No va a crecer la capacidad de los usuarios para seleccionar la comunicación recibida, ni su capacidad de crítica de los contenidos. Por el contrario, su autonomía se verá expuesta a riesgos más graves porque las estrategias de comunicación multimedia se centrarán cada vez más de una forma consciente sobre formas de persuasión "subliminal", empezando por la publicidad comercial, las encuestas de opinión y la propaganda política. La comunicación política, dominada por el código televisivo del éxito, el espectáculo y la personalización, tenderá a vaciarse aún más de sus contenidos argumentativos y racionales, y fomentará nuevas formas de delegación plebiscitaria. Usando sistemáticamente el instrumento de la televisión, los líderes políticos continuarán dirigiéndose a los ciudadanos-consumidores y exhibiendo, según las estrategias de marketing televisivo, sus productos. Una tele-democracia despótica y grotesca está destinado a convivir con un tele-populismo servil a la sombra de la decadencia de la democracia representativa.

J.N. ¿Cree que las redes sociales e Internet se convertirán en un nuevo factor de la democracia contemporánea, y que ésta cambiará sus características? ¿Se creará un nuevo modelo de "hombre social"?

D.Z. Con respecto a los efectos de la interacción social que se cree que han sido producidos por Internet, no se puede negar que la red se ha convertido rápidamente en un instrumento eficaz de información cultural, científica, económica y política, así como en la comunicación personal. Sería grotesco negar el gran valor de la comunicación y la información que ofrece Internet. Sin embargo, en lo que se refiere en particular a los efectos de la interacción y la integración política que se han producido tanto a nivel nacional como internacional, las opiniones son dispares. Hay autores - y yo estoy entre ellos- que ponen de manifiesto la creciente especialización de las funciones políticas dentro de las sociedades menos industrializadas y la escasez de recursos de tiempo, atención y competencia socialmente disponibles para la participación política también en el simple terreno de la informática. Hay muchas dudas de que las tecnologías de la información puedan contribuir a una difusión nacional y, mucho menos transnacional, de los valores y las instituciones democráticas. La capacidad de tomar decisiones políticas depende mucho menos de la disponibilidad de los medios de comunicación rápida que de la capacidad de los actores sociales de controlar y seleccionar criticamente sus propias fuentes cognitivas, en un contexto de transparencia general tanto de los mecanismos de emisión de noticias, como de la toma de decisiones.

No hay que olvidar que la nuevas tecnologías de comunicación han acentuado en gran medida las desigualdades en todo el mundo. La llamada global digital divide corta en dos el mundo "globalizado". En los treinta países de la OCDE ricos, y en los que vive menos de una quinta parte de la población mundial, se encuentra el 95% de los usuarios de Internet estables. Así Europa supera 41 veces a África, que también tiene casi cien millones de habitantes más. En general, menos del 6% de la población mundial está conectada a la red y 4.000 mil millones están excluidos. Y mientras en Estados Unidos y Canadá se encuentra casi el 60% de los internautas, África y Oriente Medio llegan al 2%.

J.N. ¿Qué tipo de desafíos causan las sociedades multiculturales a la democracia? ¿Cómo convertir las formas y los procesos democráticos en las sociedades divididas por identidades culturales, étnicas y religiosas? ¿Cómo se puede armonizar la democracia con el pluralismo y el multiculturalismo?

D.Z. El antagonismo entre la igualdad democrática de los ciudadanos y los "derechos cosmopolitas" de los no ciudadanos se ha generalizado en muchos países alrededor del mundo, pero es particularmente dramática en los países occidentales. La lucha por la adquisición de la ciudadanía se lleva a cabo en Occidente por las masas de las zonas sin desarrollo y con una alta tasa de natalidad. Esta lucha toma la forma de migraciones masivas de personas que se dedican, gracias a su extensa infiltración capilar en los intersticios de las sociedades occidentales, a ejercer una fuerte presión por la igualdad. La respuesta de los ciudadanos en situación de riesgo por esta presión "cosmopolita" - tanto en términos de expulsión violenta de los inmigrantes, como negarles su condición civil de sujetos – se está escribiendo ahora y parece destinada a escribir en las próximas décadas, las páginas más siniestra de la historia política de los países occidentales.

Es la misma noción de ciudadanía que se considera en peligro por la demanda de los inmigrantes de convertirse en ciudadanos de pleno derecho de los países donde viven y trabajan. Esta solicitud es considerada por muchos como un desafío inaceptable, porque la relación misma entre "nacional" y "extranjero" se vería violada por la imprevisibilidad de los fenómenos migratorios y su falta objetiva de control e irreversibilidad. Y sería un desafío perturbador porque, en opinión de muchos, tiende a explotar las mismas estructuras del Estado democrático y borrar la identidad nacional de sus ciudadanos. Pero estas estructuras "migrantes" piden justamente un reconocimiento "multiétnico", no sólo de sus derechos individuales, sino de su propia identidad como cultura minoritaria y que se caracteriza por una diferencia considerable si se la compara con la de los ciudadanos occidentales. Pero si bien es cierto que estas ciudadanías se benefician ampliamente del trabajo y de los servicios de personas procedentes de países que son víctimas de la creciente discriminación internacional entre un gran número de países muy pobres y un pequeño número de países democráticos ricos y poderosos, la única solución posible es la apertura cultural, política y jurídica a los "otros", como lo sugiere Tzvetan Todorov, independientemente de su condición de extranjeros.


*. Russian Journal, 19 de noviembre 2010; traducido para Libros, nocturnidad y alevosía.